¡¿Pero qué has hecho?! (Lilian)

―No, abuela. ―me negué, ceñuda. Estábamos en el salón de la casa, yo me encontraba sentada en el sofá hasta que ella había llegado desde la cocina. Era muy temprano y mi abuela tenía que ir a trabajar al parecer, qué rollo. No había ganas de ir a trabajar un sábado. Pero yo no quería salir de casa, no después de lo que había pasado aquella noche, había sido de noche, claro, pero me daba igual, ese pueblo estaba plagado de sanguijuelas. Y no recordaba bien lo que había pasado, sinceramente. Tenía algo en el cuello y había sido un accidente, eso le había dicho a mi abuela, pero no sabía qué tipo de accidente había sido y mi abuela se había asustado, pero parecía que el miedo se le había pasado deprisa.
―Joanne, ahora. Vamos, yo no puedo ir, y ya hace tiempo que me prestó esto, ahora que me he enterado de que sus hijas han venido a vivir aquí me gustaría devolvérselo. Venga, no ocurrirá nada, está a pocas casas de aquí la suya. ―me dijo, parecía casi hasta suplicante. ―Por favor, Joanne, tengo que irme ya a trabajar.
―¡Pues llévale eso de camino! ―exclamé. Mi abuela se enfadó.
―Pues no lo lleves. ―dijo con seriedad y se fue dejando el colgante en la cómoda. Hice una mueca en aquel momento. Me sentí culpable, era cierto que mi abuela no entendía mi pánico por salir de casa, pero tampoco había debido hablarle así.
Ahora estaba en mi habitación, mirándome en un espejo la marca que tenía en el cuello y que tapaba con mi melena. Suspiré. Respiré profundamente y bajé al primer piso, cogí el colgante y me acerqué a la puerta. Con una mano temblorosa la abrí y salí, cerré y eché a correr. Corre, corre, corre, corre. ―pensé y llegué a la casa que me había dicho, una vez allí toqué rápidamente, algo desesperada.

“Hechizo de …” no podía leer más, llevaba toda la semana intentando descubrir qué palabra o palabras faltaban en la página o por lo menos de qué era el hechizo, pero aquel estúpido libro tenía muchísimos años y sería imposible sin mi madre o mi abuela. Si por lo menos Brittany no fuera tan desdeñosa con el tema de la magia podría saberlo. Suspiré, tal era mi curiosidad que había decidido que aquel día probaría el hechizo asumiendo cualquier consecuencia, si Brittany me castigaba o algo lo aceptaría tranquilamente. Había intentado entenderlo leyendo el pequeño texto en latín, pero debía admitirlo, no sabía decir de qué era el hechizo.
– ¡Brittany, la puerta! – exclamé al oír que alguien llamaba a la puerta. Encendí unas velas y dejé todo listo para comenzar.
– ¿Por qué no vas tú?
– ¡Estoy practicando! – con aquello era suficiente para que entendiera lo que estaba haciendo. Pude escuchar un bufido en el pasillo, me reí y me pregunté qué estaría haciendo Muffin en el piso de abajo, el perro no había querido que lo sacara al patio de detrás de la casa por lo que tenía que dejarlo dentro de la casa, tenía miedo de que si abría la puerta se metería dentro de mi habitación.
Pude oír los pasos de mi hermana bajando por la escalera y abriendo la puerta – ¿Sí? ¿Quieres algo? – pude oír que decía.
Dejé de prestar atención para centrarme en lo mío. Me senté en el suelo, cogí el libro desgastado y viejo y comencé a leer :
– Imago bestiae, tremor lycanthropis, visus bestiae praedatoriae, codicem mentis animalis aperire…

Mientras esperaba, muerta de impaciencia y de miedo porque un chupasangres me asaltara por la espalda, escuché unos pasos no demasiado apresurados y mis pensamientos se tornaron molestos. ¿Por qué no se dan prisa? ¡¿Es que no sabe lo que pasa en este pueblo?! No, definitivamente no debían saberlo, porque de lo contrario ni se les habría pasado por la cabeza mudarse allí si es que vivían en Kansas antes de eso, o algo así me había dicho mi abuela. Respiré hondo, cerrando los ojos, y los volví a abrir cuando escuché cómo abrían la puerta. Era una chica mayor que yo, eso seguro. Miré a todos lados con nerviosismo. Cuando me habló, me pareció un tanto cortante y fruncí el ceño.
―Eh... hola. Al parecer mi abuela y tu madre son amigas y tu madre le prestó un colgante. Mi abuela quería devolvéroslo. ¿Pu-puedo pasar? ―pregunté con nerviosismo. Ella me permitió entrar, lo que me pareció muy mal por su parte en cierta medida, no debía dejar pasar a la gente así como así, podría ser un vampiro y acabar ella muerta, pero claro, ella no sabía nada... o eso pensaba yo. Me indicó que subiera a la habitación de su hermana porque ella estaba aquí, ¿Por qué tenía que darle el colgante a su hermana? ¿No podía dárselo a ella para irme a su casa y ya está? En fin.
Subí las escaleras con lentitud, algo incómoda por estar en casa ajena, y no sólo eso, sino una casa de gente que no conocía. Una vez arriba, me perdí un poco, miré a todos lados pero pude averiguar dónde estaba la habitación porque oía lo que decía alguien ¿Estaba hablando sola? Conforme me acercaba iba “entendiendo” cosas, ¿Estaba haciendo deberes de latín? Llegué casi a la habitación.
―Hola, yo... ―me quedé muda. ¿Qué demonios...? Abrí los ojos más de lo normal y pegué la espalda a la pared que estaba frente a la puerta.

Brittany había ido a abrir la puerta, esperaba que no fuera ninguna visita que implicara que tuvieran que subir al piso de arriba, no había cerrado la puerta de mi habitación ya que como solo estaban Brittany y Muffin en la casa, no importaba. Mientras leía pude oír un ladrido de Muffin y la puerta al cerrarse, unos pasos subiendo por las escaleras… quizá no era nada importante y Brittany subía al piso de arriba.
No entendía del todo el hechizo, aun estaba aprendiendo latín, pero estaba empezando a hacerme una idea de qué iba según lo iba realizando. – … sensus venatoris, concilium bestiae advocare… “ – continué leyendo concentrada. Escuché una voz frente a mi habitación que hizo que me desconcentrada al sorprenderme de que Brittany viniera estando en mitad de un hechizo y teniendo en cuenta que a ella no le agradaba mucho el asunto de ser una bruja, aun seguía hablando en latín cuando alcé la mirada, extrañada y enfadada con Brittany, pero no me había dado cuenta de que aquella voz no era la suya y cuando visualicé a la persona que estaba con la espalda contra la pared frente a la puerta, me sorprendí y sin querer, en vez de decir ”bestiae mutis” dije – Corpus uir muto – en un jadeo dejando caer el libro sorprendida por ver a una chica que parecía más o menos de mi edad, apostada contra la pared.
Me quedé quieta, desesperada por no saber qué hacer a continuación. Jamás había contado con que me pasaría algo así y lo peor de todo, es que no sabía que el error de lo último que había dicho provocaría algo diferente a lo que tenía que haber provocado el hechizo en un principio. Se me ocurrió improvisar que estaba haciendo otra cosa en vez de un conjuro.
– Hola – dije con una falsa e intranquila sonrisa. – ¿Quién eres? No te he visto nunca. – pregunté como si unos segundos antes no hubiera estado haciendo un hechizo. Me levanté del suelo y dejé el viejo y desgastado libro sobre mi escritorio, abrí las persianas y según las abría hice que las velas se apagasen.
– Un segundo – le dije a la chica. – ¿¡Brittany!? – grité.
– ¿Qué? – llegó su voz desde la cocina.
– ¿¡Por qué no me has avisado de que venía visita!?
– ¡No lo sabía!
Bufé, malhumorada. Pero enseguida saqué una sonrisa al recordar a la chica.

Paralizada. Era como si hubiese visto a un vampiro, tal cual. Pero aquello... a ver, vampiros y brujas. Brujas... mi abuela era amiga de su madre, y si sabía que existían los vampiros, también debía saber que su amiga era una bruja ¿no? Bueno, tal vez no, tal vez la señora Wright nunca se lo había contado... según películas y demás, esas cosas siempre se mantenían en secreto, igual que lo de los vampiros, me habría gustado saber quién se había llevado los cuerpos de aquellos vampiros que habían asesinado a mis padres... bueno, volviendo al momento de los hechos, la observé. Mi cuerpo se había quedado petrificado pero mi mente seguía trabajando a toda velocidad, quizá demasiada para mi gusto. La miraba, anonadada. Ella también se había quedado quieta, estaba claro que la había pillado y que no sabía cómo reaccionar. ¿Por qué la otra chica no me había detenido, es que no sabía que la que tenía ahora frente a mí estaba haciendo esas cosas? No me gustó que luego tratase de actuar como si nada, me sonrió con falsedad y trató de salirse por la tangente. Se levantó del suelo y dejó un libro de aspecto muy viejo sobre un escritorio, las velas se apagaron mientras ella abría las cortinas.
Fruncí el ceño, ya con más control sobre mi cuerpo, cuando me hizo esperar, me estaba molestando su comportamiento, sólo intentaba ocultar algo pero ¡¿Para qué? Yo ya sabía su secreto, no tenía que ponerse en plan falso! Era como en las películas o series, y siempre me había dado coraje, me parecían tontas esas personas, ¡Decían excusas tontas! Aunque más tontos eran los que se creían sus embustes baratos. Resoplé tras su bufido, y su sonrisa no me hizo ninguna gracia, es más, fruncí más el ceño.
―Así que las brujas también existen. ―comenté con tono seco. ―A mi abuela se le olvidó decirme ese detalle de... tu madre, supongo. ―dije y me atreví a entrar en su cuarto, sacando algo de mi bolsillo, para luego mostrárselo. Agarraba la cadena del colgante y se la tendía. ―Tu madre se lo prestó a mi abuela hace un tiempo y quería devolverlo. ―no traté de sonreír, ni siquiera se me ocurrió. Parpadeé, veía borroso, y de ahí pasé a ver casi doble, me estaba mareando. Me llevé una mano a la cabeza. ―No me siento bien... ―me senté en su cama, nerviosa, los mareos eran cada vez más fuertes, y nunca me había pasado algo así. ―¿Te importaría darme un...? ―no terminé de hablar porque caí de espaldas sobre la cama, inconsciente.

Al final acabaría en la cárcel. ¿Que por qué? ¡Por homicidio! Tampoco era tan difícil entender eso, un día de estos perdería los nervios con Brittany por alguna de sus estupideces con la magia y pum... la hija mayor de los Wright a la tumba y la hija menor a la cárcel. Mi hermana estaba chalada, ¿cómo se le ocurría decirle que subiera a mi habitación? Y encima a una desconocida.
Después de dejar sobre el escritori el libro, apagar la velas, subir la persianas y "hablar" con mi hermana me giré hacia la desconocida, oír lo que dijo con ese tono me sentó como si un balde de agua fría me cayera encima. ¿Su abuela? ¿Quién era su abuela? Y... ¡un momento! ¿Había dicho que las brujas "también" existen? ¿Y ese también? ¿Qué sabía ella de la existencia de criaturas sobrenaturales? ¿Aquella abuela de la que hablaba se lo había contado o se había topado con algún vampiro, licántropo o lo que fuera?
— Supongo que "también" existimos — dije, desafiante, remarcando el también. — No conozco a esa abuela tuya... quizá sepa más de lo que debería.
Entró a mi cuarto sin siquiera haberle dicho que podía hacerlo, cosa que me molestó bastante, ni siquiera me había dicho quién era y a qué venía. Sacó algo de su bolsillo y me lo mostró. ¿¡Un colgante con verbena!? ¿Quién era su abuela y por qué mi madre le había entregado un colgante de verbena? Cogí el colgante que me tendía, confusa y preguntándome hasta que punto conocía aquella chica y su abuela ese mundo. Aunque por lo visto, ella no parecía percartarse de qué era el colgante. Lo miré atentamente y con el ceño fruncido lo dejé sobre el polvoriento libro. Y según lo dejaba, iba diciendo con dureza:
— ¿Has venido a por algo más o ya te vas? — me di la cuelta al oírla, se había sentado en mi cama y parecía muy mareada. Abrí mucho los ojos asustada y dejé escapar un jadeo al ver que se desmayada.
Miré a todos lados, cómo si buscase algo o tratara de comprobar que nadie lo había visto. Me acerqué a ella y la sacudí un poco — O-oye, despierta. — Musité. Como si fuera a funcionar— pensé. Le toqué la frente y vi que estaba muy caliente, coloqué una almohada debajo de su cabeza y salí corriendo al baño a por una toallita mojada, cuando volví a la habitación cerré la puerta y se la puse sobre la cabeza. Estando a punto de darme un ataque de ansiedad, me puse a dar vueltas por la habitación, desesperada por no saber que hacer. Cuando de repente, noté que algo se movía en la cama. Como un resorte me giré y vi cómo lentamente sus piernas comenzaban a hacerse más largas, como sus pies crecían en un calzado que ahora le quedaba pequeño, su espalda se ensanchaba, sus brazos se volvían más gruesos y fuertes, sus pechos empequeñecían y un algo le crecía debajo de los pantalones, su rostro se fue deformando hasta adquirir los rasgos de un hombre. No pude evitarlo y grité, echándome hacia atrás asustada.
— ¡Lilian! ¿Por qué gritas? ¿Todo va bien? — pude escuchar la voz de Brittany, no le contesté, tal era mi impresión de lo que acababa de ocurrir que me había quedado sin habla.