Protegiendo el Exterior ~Joe~

Aprovechó el fin de semana para hacer su ronda por los bosques durante el día. Sus visitas al lugar ya se habían vuelto casi un hábito en el joven cazador ¿Como no serlo? Después de sus pasados encuentros en los lindes de Mystic Falls debía asegurarse de que el perímetro fuera seguro. Primero Alice y el encuentro con Stefan, había sido el peor por lejos, no estaba preparado para enfrentarse a un vampiro nada más llegar al pueblo. Luego estaba Reichen y su magia, aquella ocasión no había ocurrido nada pero lo que fuese que hacia su nuevo amigo allí de seguro atraería la atención de más de una fuerza sobrenatural. Esta vez estaba listo. Tomó en secreto un par de las armas que Alice había dejado en la casa después del altercado y con su mente centrada en su objetivo caminó hacía el bosque cercano.
Los finos rayos de sol que apenas lograban escapar de las hojas de los arboles, hacían brillar su cabellera como si del oro se tratase. Se adentraba en el lugar como si fuera un animal, con cada paso siendo más silencioso que el anterior y una velocidad un tanto peligrosa para el andar entre grandes ramas. No supo medir el tiempo que llevaba allí dando vueltas, ha decir verdad no le importaba. Decidió ir al claro más cercano a su posición y con la certeza de una brújula dio con el lugar en cuestión de nada.
-Todo normal, que alivio- No sabía si sería por sus esfuerzos en el asunto pero le tranquilizó no encontrar nada fuera de lugar. Dejó escapar un suspiro y llevó su mano a la cabeza observando su alrededor- Menudo paseo me he dado sin dar cuenta- volvió a mirar con más detenimiento para luego tirarse sobre el césped- Aunque no me importaría quedarme un poco más aqui-Sonreía con su visión clavada en el cielo que el devolvía el color de sus ojos.

Ya estaba fuera de mi casa pero aún así me giré hacia esta, donde se encontraba mi abuela, mirándome desde la puerta. Maldita sea, yo no quería hacer eso.
―¡Abuela, yo no quiero salir de casa! ¡Sabes lo que...! Mierda, sabes lo que hay en este pueblo.
―Cuida ese vocabulario, Joanne. ―me reprendió mi abuela, haciéndome fruncir el ceño. ―No te pasará nada, es de día. Vamos, vete a dar un paseo, necesitas socializar y respirar aire puro. ―y, tras decir eso, se dio la vuelta y entró en casa. Solté un gruñido con los brazos tensos hacia abajo y apreté los puños, di un pisotón al suelo.
―¡Maldita sea!
Bueno, Joe, piensa que si te matan, tu fantasma perseguirá a tu abuela. Cállate, yo no quiero que pase eso. ―pensé escandalizándome por lo que podía llegar a pasárseme por la cabeza a veces. Resoplé y me di la vuelta, echando a andar. Miré a todas partes, decidiendo hacia dónde ir y, por extraño que parezca, prefería entrar en el bosque antes que ir hasta el pueblo, donde habría mucha gente. Tomé aire y avancé hacia la espesura verde y marrón, allí se estaba bien, olía a humedad y a plantas y flores. Hubo un momento en el que perdí el rumbo y ya no sabía hacia dónde iba ni cómo volver. Hice una mueca y miré a todos lados, buscando por dónde salir. No quería llegar a la casa en la que había vivido con mis padres... tenía miedo. Escuché un ruido, o me pareció escucharlo.
Eché a correr, asustada, sin mirar apenas hacia dónde iba. Alternaba el movimiento de cabeza, hacia delante y hacia atrás, mi chillido salió cuando tropecé con una rama y me caí de bruces al suelo, rodé la pequeña pendiente abajo y, finalmente, caí en lo que parecía un claro, con dolor por todas partes y una quemazón importante en el labio. Cuando me llevé una mano a esa zona se me manchó de sangre.
―Oh, mierda, mierda. ―me quejé levantándome lentamente, y entonces fue cuando vi a otra persona allí, era un chico joven, tendría mi edad más o menos. Me quedé mirándolo, no podía ser un vampiro ¿No? Era de día. No dije nada, sólo solté un quejido por el dolor del labio.

Con cada minuto que pasaba sentía la tensión de su cuerpo desvanecerse en el inmenso cielo. No había tenido descanso desde que llegó al pueblo por lo que se dejó estar allí un buen rato. La libertad del momento era tal que podía sentir su conciencia desvanecerse para entrar en un leve sueño. Con seguridad se hubiese dormido si no fuera por un grito que lo hizo incorporarse de un salto muy alarmado. Clavó su mirada en el origen del ruido y analizó a la persona en cuestión de pies a cabeza buscando alguna señal de peligro hacia él. No la encontró. Era una chica de aspecto particular, había algo en ella que le resultaba curioso al joven cazador pero no tuvo tiempo a cerciorarse de que era ya que la sangre en sus labios le había llamado la atención. Aleksand se acercó a trote ligero hacia la desconocida, al llegar hasta ella sacó un pañuelo blanco con lunas plateadas bordadas en el mismo y se lo tendió con una sonrisa aunque sus ojos celestes denotaban preocupación.
-¿Te encuentras bien? ¿Te has golpeado en algún otro lado? Estos bosques son más peligrosos para andar de lo que la gente cree - volvió a mirarla para verificar que no tuviera otra herida. Era la tercera persona que tenia un accidente en el lugar, estaba comenzando a considerar llevar al asunto al ayuntamiento para evitar futuros problemas. Suspiró para luego sonreirle a la chica- Peligroso, pero valen la pena a la vista ¿no? -se volvió para observar los arboles y el cielo para darle a entender su punto.

Muchas preguntas cruzaban mi mente, casi volviéndome loca. ¿Estaba asustada o “solamente” nerviosa? ¿Aquel tipo era un vampiro que por algún extraño motivo podía estar bajo el sol o era un simple humano capullo que me haría daño como todos los demás habían hecho? ¿Podría salir de allí con vida? ¿Me oiría alguien si gritase pidiendo ayuda? Me miraba de una forma demasiado profunda como para sentirme a salvo. Traté de tranquilizarme y respiré hondo, cerrando los ojos un momento para encontrármelo de repente frente a mí. Al parecer no había sido sólo durante un momento. El grito que solté retumbó en los árboles, haciendo eco. Retrocedí un paso y le miré con el ceño fruncido, cautelosa. Él sonreía. Miré hacia abajo cuando vi de reojo que se movía. Me tendía un pañuelo, me quedé mirándolo con fijeza, como si intentara buscar una trampa que hubiese escondida bajo él y fuese a saltar en cuanto tocara el pañuelo. No acepté su pañuelo, no me fiaba de él.
―¿Quién eres tú? ―pregunté de forma algo brusca y volví a mirarlo a los ojos. De no haber sido porque era un desconocido que podría hacerme daño, me habría fijado en lo bonitos que eran sus ojos. ―Estoy bien, no tienes que fingir que te importa algo que me haya caído. ―fruncí el ceño cuando dijo aquello de la vista y cómo se daba la vuelta, traté de relajarme un poco, otra vez. Joder, realmente estaba asustada, malditos vampiros, maldita realidad fantástica. De todos modos le llamó la atención que el chico apreciara la belleza del lugar, aunque no bajó la guardia por ello. ―El bosque siempre será más bonito, más mágico y más real que el paso y la destrucción del ser humano. Este sitio... es como la manifestación y la resistencia de este pueblo. ―dije comenzando a distraerme y a olvidarme de mi preocupación anterior, aunque aún me siguiera sangrando el labio.

Aquél grito lo había desconcertado completamente, dejándolo inmóvil en su posición pensando en su accionar y sintiéndose por lo menos enajenado. No sabía qué, ni como contestarle a la chica dado que su reacción lo había tomado completamente por sorpresa y no era el trato que usualmente tenía ante su sonrisa ¿Acaso su vestimenta lo hacía ver peligroso? Lo dudaba seriamente, pero no podía quitarse de la cabeza de que quizás había hecho algo mal. Con una sonrisa un poco más agradable intentó calmar a la extraña, hablando con un tono tranquilo y amistoso.
- Mi nombre es Aleksand, soy algo así como el guardabosques voluntario por el momento -suspiró- Lo juro alguien saldrá realmente herido si no se toman las medidas necesarias de protección en este lugar, que debo decir es de lo más concurrido -llevó su mano a la cabeza como si estuviera tramando un nuevo plan de acción- Ciertamente no tengo la obligación de preocuparme por lo que ha pasado, pero como persona me importa. Puedes estar seriamente lastimada sin siquiera saberlo- le dijo lo último en un tono más serio para denotar la gravedad del asunto- Verdaderas son tus palabras, lo que me lleva a que no entiendo porque la gente no tiene un poco más de respeto por el lugar cada vez que viene. Haría mi "trabajo" mucho más facil y se ahorrarían un par de accidentes - continuó mientras volvía a acercarse a la chica y le tendía el pañuelo- Estas sangrando, será mejor que te limpies o la herida podría agravarse por la tierra del lugar.

Tranquila, o tendrás que inventarte algo para no decirle que crees que es un vampiro. No te va a hacer daño, ¿Vale? Es de día y parece simpático, te ha ofrecido ayuda, no es un capullo como los demás que has conocido. ―me dijo mi voz interna. Resoplé tomando mi colgante, o mejor dicho, haciendo el amago de cogerlo. Fruncí el ceño mirando hacia mi cuello ¿Dónde estaba? Mierda... me lo había dejado en casa, no debí habérmelo quitado. ―Bueno, no mires a nadie a los ojos y ya está.
Tras eso resoplé sin darme cuenta. El chico seguía sonriendo y me fijé bien en su gesto, tratando de descubrir si tenía buenas intenciones, si no estaba fingiendo conmigo. Me dijo su nombre y yo miré a nuestro alrededor, ya no tan nerviosa pero sí con incomodidad. Después fruncí el ceño ante sus palabras, ¿Lastimada sin saberlo? Me había caído y había rodado un poco, no me había clavado nada, sólo me había hecho algún rasguño en la ropa ―llevaba tanta que los raspones no habían llegado a rozarme la piel― y sangre en el labio. Suspiré y acabé aceptando su pañuelo y me taponé la herida del labio con él, le miré de nuevo.
―Yo tampoco lo entiendo. ―avancé un poco hasta el claro y me senté en el suelo todavía presionando la herida. ―Y lo he intentado muchas veces, pero no he podido comprenderlo. ―resoplé. ―Y no me va a pasar nada, sólo es una estúpida herida en el labio. ―no iba a ser amable con él por las buenas, y no por gusto, sino porque me salía ser borde con la gente, no era culpa mía, sino de los que se habían portado mal conmigo.

La chica que tenia frente a él lo tenia, por lo menos, muy desconcertado. En todo su tiempo como aprendiz y cazador jamás había encontrado una persona tan difícil de dilucidar y comprender como aquella que tenia frente a él en ese momento. Se alejó un poco mientras ella decidía acercarse al claro, quería darle espacio y un mayor tiempo de reacción, quizás así caería a cuentas de la situación, un poco de aire no le cae mal a nadie.
El cazador iba y venia a un par de metros de la joven con su vista principalmente ocupada observando los arboles y la cercanía del claro esperando, y a la vez no, encontrar algo más. Intentó darle una respuesta adecuada a la cuestión que trataba, pero no la encontró. ¡Dioses! si así fuera muchos problemas ya se habrían solucionado en el mundo. Decidió pasar de ello e intentar conocer más a aquella tan enigmática chica.
- Las cosas pequeñas no deberían de subestimarse, el más mínimo cambio en una montaña es capaz de ocasionar una avalancha. Por ahora quédate con el pañuelo lo necesitas más que yo- Hasta ese momento no se había dado cuenta que aún no habia captado el nombre de su interlocutora. Buscó en su cabeza alguna forma de preguntárselo sin llegar a sonar agresivo o demasiado curioso, la confianza era un elemento difícil de ganar pero que probaría ser útil en infinitas ocasiones.
De manera casual y con sus ojos posados en un ave que sobrevolaba el terreno se detuvo a decir- No llegué a escuchar tu nombre...¿Tu eres? -Se volteó para mirarla, y acercaría su mano si obtenía una respuesta favorable. Hasta poder entablar un curso estable de conversación se limitaría a sonreirle de manera honesta y sencilla. Si el corazón de la chica era bueno, no habría nada de que temer por ambas partes.

Sinceramente, no sabía cómo reaccionar ni cómo actuar. No había estado con un chico cuya edad se acercaba a la edad mía desde... desde hacía bastante tiempo. Y francamente, no me importaba, porque nunca había tenido amigos ni amigas y, cuando había intentado con todas mis fuerzas ser algo más sociable, me la habían dado con queso. Y luego mi abuela quería que saliera de casa. Mis padres habían sido muy buenos conmigo, nunca me habían forzado a ir al instituto, sólo una vez, y no había sido algo forzado propiamente dicho, lo habíamos hablado con calma. Suspiré mientras él permanecía algo alejado de mí, seguramente porque era muy antisocial y antipática con la gente, y con él también había sido desconfiada, ¿Pero qué iba a hacer teniendo en cuenta que me habían llenado de yemas de huevo y plumas en mitad de un gimnasio lleno de gente y había sobrevivido al ataque de dos vampiros? Y eso último gracias a Eric... ¿Dónde estaría? No había vuelto a verle y, francamente, quería hacerlo... aunque no sabía por qué, nunca antes había ansiado ver a alguien que no fuera de mi familia. Me giré hacia él, enarcando una ceja al tiempo que fruncía el ceño.
―Me he hecho un corte en el labio, eh... Aleksand, ―eso me parecía que me había dicho, es decir, ese era su nombre si no recordaba mal. ―no voy a morirme ni a desangrarme por un estúpido corte en el labio.
Y si seguía así acabaría comportándome como gente cuya compañía me desagradaba más que ninguna. Vamos, Joe, relájate, trata de ser amable. ―me dije a mí misma, y decidí poner eso en práctica enseguida. Suspiré y cerré los ojos un momento.
―Gracias... ―murmuré por haberme dejado el pañuelo. ―Joe, me llamo Joe. ―le miré, me sonreía, algo que yo no solía hacer. Traté de esbozar el mismo gesto y mi mejilla derecha tembló, pero lo conseguí.

Seguía dando vueltas para cerciorarse de que no había nada peligroso cerca, no volvió a articular palabra hasta que la chica finalmente se presentó y las aves daban claro indicio de seguridad en derredor. Aún si su atención estaba en otro lado, tenia la capacidad de retener las palabras que había escuchado con total claridad, como si recién estuviesen dichas.
Se dio vuelta para mirarla esta vez y contestar como se debía- No importa si el corte es grande, pequeño, profundo o no, la herida puede infectarse de cualquier manera ¿O acaso te la has hecho con algún objeto esterilizado? -Odiaba tener que ser tan duro con sus palabras, pero para el joven cazador la salud era algo con lo que no se jugaba y menos sin conocer los limites y potencialidades de uno mismo. Él, por su parte, se conocía bien...demasiado bien.
Dejó que la tensión en sus hombros desapareciera, para mostrarse mas natural y suelto como solía ser- De igual manera, te repito Joe, deberias de tener cuidado al correr en el bosque, y mas aun en este cuyo terreno no es lo optimo para un novato -dijo mientras golpeaba una fuerte rama con la punta de su calzado. Puso su mano a la altura de la cadera y continuó- Bien, ¿ Debería acompañarte a casa o prefieres un recorrido por el lugar? Entenderás que no te dejare a tu suerte sabiendo que puedes caerte en cualquier momento, no puedo faltar a mi "trabajo" -sonreía con ánimos, como alguien que busca una aventura o reto, pues cierto era que en eso se basaba su existencia.

El chico no paraba de dar paseos, de andar de allá para acá, al final acabaría por ponerme nerviosa. ¿Por qué miraba tanto a todos lados? ¿Sabría algo de la existencia de los vampiros? A saber, no le conocía y parecía afable, además, no me había atacado cuando me había hecho sangre, bueno, eso era un punto a favor. No me caían bien los chicos, ni siquiera me había portado demasiado bien con Eric después de que me había ayudado a escapar de aquellos vampiros o, mejor dicho, a matarlos. Tenía que dar una oportunidad, aunque fuese pequeña, a la gente que conociera y pareciera tan amable como él durante tanto rato, porque si no me quedaría más sola que la una. Suspiré ante su insistencia, si los dos éramos tan cabezotas acabaríamos de muy mala leche, o al menos yo.
―Oye, Aleksand... vamos a dejarlo estar ¿Vale? Será lo mejor. ―dije con un tono de voz cansado. Suspiré ante su reprimenda, no empezaba bien. ―Sólo soy algo torpe, y me asusté porque me pareció escuchar un ruido... yo ni siquiera quería salir de casa... ―bajé la cabeza. Hice una mueca, me sentí un poco inútil, más que torpe, al oírle decir que no me iba a dejar a mi suerte, porque podría caerme, ni que fuera una niña pequeña. ―Oye, te advierto que si sigues así no vas por buen camino y te llevarás un capón. ―le dije, ceñuda, cosa que me sorprendió, podía llegar a ser borde pero nunca había llegado a avisar a nadie de que podría golpearle, lo habría hecho y ya. Qué extraño. ―No puedo volver a mi casa, mi abuela me ha obligado a salir.